
La pandemia de SARS-CoV-2 y la enfermedad que ocasiona, COVID-19, es un fenómeno mundial excepcional que nos ha amenazado súbitamente. La prevención de esta infección requiere de medidas únicas, las cuales incluyen el distanciamiento físico —que implica el quedarnos en casa y limitar nuestras salidas únicamente para lo necesario—, el cierre de escuelas y lugares de esparcimiento, así como el uso del cubrebocas como imperativo de responsabilidad social y personal. Todos estos cambios representan para nuestra salud física y mental un reto continuo que no debemos minimizar. El cuerpo y la mente pueden responder de múltiples maneras ante la incertidumbre, pero algunas de estas repuestas son muy amenazantes para la salud emocional, como ansiedad, angustia, insomnio, miedo, tristeza e incremento de conductas adictivas.

Dra. Elia Zamora Limón
Médico familiar especialista en Psicoterapia Gestalt y Coordinadora del área de Acompañamiento Emocional
Las emociones tienen un papel central en nuestras vidas, ya que nos informan si nuestras necesidades están siendo satisfechas, nos movilizan a la acción y nos permiten actuar de una manera más precisa.
- Las emociones desagradables (miedo, ansiedad, tristeza, etc.) no son signos de debilidad, son señales que nos indican que algo que necesitamos no está siendo satisfecho.
- Las emociones agradables (alegría, satisfacción, gozo, etc.) son señales de que algo que necesitamos sí está siendo satisfecho.
- No debemos negarnos a aceptar nuestra vulnerabilidad; sentirnos como Superman nos puede llevar a una sobrecarga emocional que nos hará enfermar.
Debemos hablar con las personas de mayor confianza o con aquellas que se caracterizan por su optimismo, solidaridad e interés por lo que nos pasa y por nuestros sentimientos.
- Cuando compartimos emociones como la angustia, la tristeza o el miedo, éstas disminuyen. Cuando compartimos nuestras alegrías y esperanzas, éstas aumentan. Ambas formas de compartir crean afectos que nos nutren y sostienen.
- Compartir los sentimientos con personas de nuestra confianza nos permite experimentar la comprensión, el compañerismo y la empatía. Hablar sobre lo que nos pasa y cómo nos sentimos nos permite dejar de “rumiar” sobre pensamientos catastróficos y emociones desalentadoras que aumentan nuestra impotencia. De esta manera nos podemos dar cuenta de que no somos los únicos, ¡muchas personas tienen sentimientos similares!
- Es mejor evitar a las personas que nos juzgan o ignoran.
Los sentimientos y las emociones que nos expresan nuestros familiares y amistades surgen del deseo de compartir su mundo interior; ese solo acto contribuye a mantener el equilibrio en tiempos de crisis.
- La escucha atenta le otorga al hablante la valía, aceptación y compañía que todos necesitamos en momentos difíciles.
- Escuchar con atención es una forma de respetar a quien está frente a nosotros. El silencio es una forma de acompañar muy poderosa.
- No minimices los sentimientos de los demás; tampoco emitas juicios o adjetivos acerca de cómo se siente la otra persona.
Procura hacer ejercicio por lo menos cada tercer día: saltar la cuerda, ejercicios de piso, rutinas de yoga, taichí o baile, caminatas al aire libre, etc.
- El ejercicio físico sistematizado contribuye al bienestar emocional, ya que mejora la autonomía de la persona, activa la memoria y promueve el optimismo.
Establece objetivos como correr 20 minutos o caminar 2 kilómetros, etc. Esto tiene un valor que va más allá del valor físico. ¡La importancia de establecer objetivos y cumplirlos es que a la mente no le interesa si fueron 5 o 3 o 45 minutos, sino si se realizó la tarea! - No minimices tus logros, ¡celébralos! Los resultados del ejercicio físico están en la constancia, no en la intensidad.
Organicen juegos de mesa, adivinanzas, teatro, lectura en grupo, etc. El juego hace que mejoren las relaciones entre los integrantes de la familia.
- Los juegos en familia estimulan las habilidades sociales y emocionales, promueven la regulación y el control de las emociones, desarrollan la atención, la competencia social, la creatividad, la resiliencia y —quizá lo más importante— ¡fomentan la felicidad!
- Disfrutar de juegos familiares con los más pequeños es uno de los recuerdos de la infancia más preciados; estas actividades hacen vivir situaciones positivas de apego y seguridad, lo que facilita el intercambio de experiencias y aporta a todos tranquilidad y un adecuado manejo del estrés.
- Los beneficios del juego solitario en las consolas de video o las computadoras son muy limitados; además, a largo plazo favorecen el sentimiento de soledad.
Repartir las responsabilidades domésticas y compartir este tipo de actividades entre todos nos ayuda a mejorar el vínculo familiar y nos enseña a trabajar para alcanzar los objetivos en común.
- Incluir a todos los miembros de la familia en un plan de organización fortalece el sentido de pertenencia, la autonomía y la responsabilidad de unos hacia otros.
- Incluso si se cuenta con personal de limpieza, es importante establecer responsabilidades de forma individual; esto permite que todos los integrantes de la familia reconozcan el valor de sus aportaciones para el bienestar individual y colectivo.
- La obligación de las tareas domésticas no es exclusiva de mamá y papá, sino que todos deben ayudar; hay que olvidarnos de la idea de que en ellos recae el liderazgo de la familia y el establecimiento de normas de operación en el hogar.
Realicen una dinámica familiar en la que cada participante mencione una o algunas cualidades de los demás. A su vez, cada quien debe expresar si se identifica con esas cualidades y mencionar cómo le han sido de utilidad para superar los obstáculos o problemas.
- Identificar y reconocer nuestras cualidades y habilidades nos permite mejorar el concepto que tenemos de nosotros mismos a partir de nombrar nuestras fortalezas. Aceptarlas nos permite utilizarlas para el beneficio propio y colectivo.
- Saber que somos personas valiosas contribuye a nuestro equilibrio mental y a nuestra alegría interior. Este ejercicio nos muestra la valía propia a partir del reconocimiento externo.
- Algunas personas no logran reconocer ninguna cualidad propia. Si es su caso, hágase la pregunta: ¿puede existir alguien sin ninguna cualidad?
Los índices de violencia aumentan en épocas de crisis cuando hay restricciones de interacción social, de movilidad, amenazas a la salud, o bien a la estabilidad laboral y económica. Este contexto empobrecido y limitante puede ser propicio para exponer de forma inadecuada las insatisfacciones de los miembros de la familia y dar lugar a todo tipo de abusos de poder sobre otras personas para dominar, someter, controlar o agredir física, mental, sexual, patrimonial o económicamente.
- Establece normas claras para la convivencia con la familia; éstas deben ser aceptadas por todos los integrantes.
- Fortalece los canales de comunicación no violenta. Recuerda que las palabras deben ser coherentes con las acciones.
- Habla del costo emocional que provocan los conflictos y crea ambientes de negociación y cooperación.
- Respeta los puntos de vista, opiniones, gustos y decisiones de cada persona.
- Respeta los puntos de vista, opiniones, gustos y decisiones de cada persona.
- Ante cualquier amenaza, aléjate físicamente de la situación de estrés y busca ayuda profesional cuando no sepas qué hacer.
- Ten presente que el consumo excesivo de alcohol o sustancias psicoactivas puede desencadenar conductas violentas por parte de algún miembro del núcleo familiar.
El cuerpo humano funciona con base en ciclos muy exactos, algunos de los cuales están regulados por la luz y la oscuridad.
- Durante las horas de sueño ocurren procesos que nos mantienen sanos, como la liberación de sustancias (melatonina y serotonina) que nos ayudan a reducir la ansiedad y la depresión, al tiempo que incrementan la creatividad, mejoran la memoria y ayudan a mantener una función inmunológica saludable.
- En cuanto a las comidas, las personas que respetan horarios establecidos tienen menores índices de obesidad y de enfermedades cardiovasculares en comparación con quienes tienen horarios irregulares.
- Recuerda que dormir y comer en horarios irregulares facilita la aparición de desequilibrios en nuestros ciclos internos, lo cual puede incrementar el riesgo de adquirir enfermedades.
Los pensamientos negativos, repetitivos y del pasado, vinculados a las emociones desagradables, desencadenan la liberación de hormonas del estrés, que en forma crónica dificultan las funciones de reparación de nuestro cuerpo y debilitan nuestro sistema inmunológico.
- Cuando aprendemos a estar y sentir nuestro cuerpo, nuestras funciones vitales se relajan y disminuye notablemente nuestra ansiedad física y mental.
Podemos meditar, cantar, bailar, pintar, tocar un instrumento y practicar actividades de atención consciente: respirar, caminar, comer, etc. Esto ayudará a disminuir los pensamientos obstinados o catastróficos; en cambio, aumentará tu vitalidad y salud integral. - Es un error creer que nuestra mente no necesita descanso y cuidados.
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